LA PERLA
Nunca he estado en el sitio oportuno en el momento adecuado.
Por eso las gaviotas han pasado de largo siempre por mi casa
y en mi vida no ha habido ruiseñores ni jilgueros.
Tal vez, alguna paloma que,
seguramente, se equivocaba.
De puerta o de escenario.
El éxito ha sido siempre para los otros,
la ginebra, para qué decir,
la mejor habitación del hotel para mi íntima amiga
y más de una vez he perdido el tren
que me llevaba al paraje ignoto de Juan Ramón.
Lo único que me ha quedado, como a Blas de Otero,
ha sido la palabra, y algo enjuta
y poco dada a muchas explicaciones.
He llamado a muchas puertas,
porque eso sí, a tenaz no hay quien me gane,
y siempre me he llevado un no como respuesta.
Ha llegado usted tarde, me dice displicente el conserje.
Vuelva usted mañana
o mejor, no vuelva más.
Nunca he estado en el sitio oportuno en el momento adecuado,
salvo cuando encontré esta perla fina,
recuerdo el día y la hora exacta,
todos los pormenores y circunstancias.
El sol de las cuatro en el mes de agosto,
el niño en el columpio,
Yesterday sonando en la radio de un coche mal aparcado,
una alcancía y un jarrón encima de la mesa.
Nunca he estado en el sitio oportuno en el momento adecuado,
salvo cuando encontré esta perla fina,
entonces fui y vendí todo cuanto tenía.
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