CORAZÓN DE PELUCHE
Ya nada será como antes.
Aquello marcó un antes y un después en nuestras vidas.
El parque ya no tiene aquel aroma de antes de la lluvia,
cuando nos parábamos a mirar las pastelerías,
cómo te gustaban los dulces,
y también mi pelo alborotado,
casi siempre al borde de la ruina.
Ya nada será como antes,
ni el cielo transparente de tus ojos,
ni los cerezos a punto de brotar,
ni los bancos solitarios,
ni aquel viejo que siempre preguntaba la hora,
justo antes de que iniciáramos una discusión
sobre quién era más alto,
si Gary Cooper o Gregory Peck.
Ya ves.
Todo será distinto,
aunque yo seguiré siendo impuntual,
y llegando tarde a los museos.
Me acuerdo ahora de tu pintura favorita,
sí, la de Los borrachos de Velázquez.
Te pasabas horas contemplando
aquellos rostros deformados y grotescos,
que parecían burlarse de nosotros.
La burla tiene su dosis de catarsis,
como mirar los tilos y los sauces,
aunque el verano se haya acabado
y los bares estén todos cerrados.
Ya nada será como antes.
Aquello marcó un antes y un después en nuestras vidas.
Yo me pasaré el tiempo ordenando los papeles de la biblioteca,
y tú estarás en tu despacho,
mirando, tal vez, por la ventana,
a unos jóvenes que pasan desafiando al frío
y también a los semáforos.
La ciudad permanecerá muda y silenciosa,
como asistiendo a un espectáculo sombrío,
como abatida y temerosa,
sin nada que añadir a los comentarios de los viandantes,
que andarán con las manos en los bolsillos,
como si la vida no fuera con ellos,
y fueran otros los desheredados.
Ya nada será como antes.
El invierno nos robó la madrugada,
y yo olvidé cambiar el corazón por otro de peluche.
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