10. sep., 2019
BEATUS ILLE
La luz del campo es distinta a la de la ciudad.
La luz en el campo tiene un deje de nostalgia,
de mirar al pasado, de recordar épocas pretéritas,
cuando los hombres habitaban con ella,
y la hacían partícipe de sus sueños.
En la ciudad, el hombre vive de espaldas a la luz.
No cuenta con ella para pagar sus deudas
o para celebrar el nacimiento de sus hijos.
El hombre de la ciudad vive deprisa.
La luz avanza lentamente, como el hombre del campo.
Tiene sus tiempos y sus cadencias.
Sus ritmos, sus prioridades.
La luz del campo vive en una arcadia feliz.
La de la ciudad, prisionera de la noche.
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