19. ene., 2018
EL JARDÍN
A veces hay que abrir el corazón,
exponerlo al temporal y a las lluvias torrenciales.
Dejar que los latidos salgan a la luz,
que se oiga el crepitar de sus llamas,
que se vean sus heridas, sus arrugas,
sus estrechos pasillos,
sus peces en la sombra,
sus sueños largos y extraños.
Que tomen posesión de él
los duendes, los bandidos, los desheredados,
los solitarios y perezosos,
los ladrones de lunas y promesas,
todos aquellos que no han tenido nunca un sí como respuesta,
todos aquellos que se quedaron en el olvido.
Que bajen hasta el fondo
y vean el jardín que les espera.
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