6. oct., 2015
Y no hay huellas que señalen el camino
Desde lo más hondo del océano,
Allí donde el alma se debate
Entre monstruos y gigantes,
Surgen las dudas, el miedo, las anémonas distantes.
Aparece el zarpazo cruel e irrestañable.
En la noche no se columpian las estrellas.
La oscuridad avanza con paso firme y delirante,
Se oye crujir al silencio,
Nadie tiende una mano al horizonte
Que se muere inexorable en lo más turbio.
Es triste lo profundo del océano,
Asfixia la esperanza,
Vuelve áspero el amor,
Expulsa a los ángeles de sus dominios,
La soledad es cierta e inexpugnable.
No se divisan las cumbres desde lo hondo del océano
Y no hay huellas que señalen el camino.
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